DESPERTAR DEL MOCHILERO
Cuatro horas habrán pasado desde
que mi cuerpo sucumbió al cansancio, (porque no se puede llamar dormir al colapso
total del cuerpo) hasta la resurrección del día siguiente, activándose en el
momento todas las terminaciones nerviosas, los sentidos despiertan adoloridos
¡Que infernal dolor en la espalda
y cuello!
¿Quién encendió la luz?
¡Quien sea que esté en el sanitario
debe ir con urgencia al médico!
¿Por qué nadie calla a ese niño…?
¡Como ronca Anselmo, debería su
esposa ponerle una almohada en la boca!
¡No, no estuve bebiendo anoche,
yo soy abstemio desde hace mucho!
- Que bueno que ya se despertó.
Entorno los ojos legañosos para
enfocar bien al energúmeno que sonríe frente a mí, la saliva me sabe amarga y
además parece engrudo, así que debo chasquear un par de veces la lengua para
que se despegue y pueda contestar
- Tal vez no debí despertar nunca
–farfullo-
- ¿Qué Dijo?
- Ah… La paz sea contigo hermano
Eulalio
- Amén. ¿Cómo hace falta la cama
en estos viajes verdad?
- ¡Cada hueso de mi esqueleto la
reclama, el suelo es tan malo para el hedonista! pero tengo que admitir más
allá del dolor que se sueña mejor
- ¡Por eso es que gritaba anoche!
- Yo siempre grito, Lalio así
nací, es cosa de Reyes
- ¿y que era lo que soñaba?
- Yo soñaba que soñaba
- Eso ya lo he leído antes, sea
original hermano.
- No sé cómo decirlo entonces…
- Está bien, ¿y que es lo que
soñaba?
- ¿Qué soñaría usted si supiera
que está soñando?
El rostro de Eulalio Concepción
se puso rojo como tomate.
—Miguelan.
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