LA POZA DISTANTE.
Hay una poza, que yo
conozco donde está; pero que nunca encuentro, por más que la busco en mis
sueños reminiscentes, cuando exánime me desplomo en mi lecho buscando el
bautizo del reposo eterno.
Dice Ernesto, mi amigo, el
mentiroso, que ese lugar se llama “La poza del Caboriache”
— ¿No será la poza del
Cabo de hacha?—pregunta el hombre.
—No Señor, es la poza del
“Caboriache”—responde el niño.
— ¿y de donde sacaste ese
nombre?
—Me lo dijo Chimino, el
que es marino.
Está siempre allí, en la
remota infancia esperando mi regreso, límpida y musical con su playita de arena
fina, bejucos y chupa-chupa.
Es una poza con encanto,
rodeada de papalones cargados de azucarados frutos, y mariposas se confunden
con las hojas que caen de los árboles.
Allí crece abundante la
flor celeste con gotas de amanecer, la misma que solo se encuentra en la
montaña donde duerme la luna.
Creedme, yo sé muy bien
como se ve y cuáles son los caminos pero por más que corro nunca puedo llegar y
tengo que despertar con amargura.
—No la encontraras, no
ahora.
— ¿y tú quién eres?
—Soy el espíritu del agua
que como el tiempo se desliza sin que nadie pueda detenerme.
— ¿puedes ayudarme a
llegar?
—Irás cuando olvides al
hombre y seas de nuevo un niño.
—Miguelan 2021
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