CAMBIO DE PILA
El viejo reloj agonizaba, clavado en la pared más alta del recinto; en los últimos días apenas daba síntomas de vida vibrando cada vez con menor fuerza la aguja de los segundos, las otras dos se habían parado a la una y veintitrés.
¿De la tarde o de la madrugada?
Nunca lo sabré.
Si, lo confieso ante
ustedes aun a riesgo de recibir mofas por semejante nimiedad; pero los más
cercanos, saben que las grandes cosas de la vida y del mundo me tienen sin
cuidado
¡son las pequeñas sin
valor o importancia las que se quedan martillando mis sentidos por horas días
¡y a veces semanas o hasta años!
Y aquel dilema era un
dolor de cabeza cada vez que quería saber la hora.
¿Mañana o tarde? ¿Tarde o
mañana? ¿A qué horas se paró el reloj?
¡Dios santo que tragedia!
¡Estaba por enloquecerme!
Había pensado cambiar la
batería, esta vez por una alcalina que durase un poco más que la ordinaria y no
tener que ocuparme de el en un buen tiempo; pero el reloj estaba bastante alto
y no tenía una escalera.
Y así pasaron algunos
días, hasta que cansándome de tener que ver la hora en el teléfono, mande al
muchacho a pedir prestada una escalera.
—ponelo cinco minutos
adelantado—me sugirió a la hora de hacer el cambio de pila.
—¡No! Un reloj nunca debe
estar adelantado, ni siquiera un segundo, mucho menos atrasado, un reloj debe
ser puntual y marcar la hora como Dios manda.
—El reloj se detuvo en la
mañana— dijo el muchacho quizá adivinando mi sufrimiento.
Iba a preguntar cómo lo
sabía, pero me contuve, al menos aquella respuesta trajo un poco de paz a mí
atormentado corazón.
—Miguelan 2022
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