UN CAMINO DE APRENDIZAJE
CONSTANTE.
El maestro Jaes Sial
Wiadnir escribió en su muro con motivo del Día del Padre: "Ser padre es la
única profesión en la que primero se otorga el título y luego se cursa la
carrera".
Al igual que un viejo
amigo (rancia amistad, no de años, sino de vidas), también soy padre, un feliz
padre de cinco hijos, algunos de ellos adolescentes que a menudo me reclaman:
— ¡Vos con nosotros fuiste
más duro! Te estás ablandando, papá.
— No, no fui más duro, yo
era más joven e inexperto —pienso más que respondo.
Ignorando la queja y el
bullicio de manicomio de los niños que corren por todos lados como ardillas
azucaradas, cierro los ojos y me veo diciendo lo mismo a mis padres y mi esposa
a los suyos, y así en un infinito reclamo generacional.
Analizo las palabras de
mis hijos y trato de perdonar mis yerros, repitiendo el conocido mantra que los
progenitores aguijoneados por su conciencia han repetido desde que la historia
se escribe con letras: "Nadie te prepara para ser padre".
Y es que es así, sin más,
se aprende a ser padre en el camino. Es como cuando vas a la universidad y
tenés que cursar un buen número de cátedras, cada una más difícil que otra,
hasta convertirte en un decano de ojeras oscuras y mirada profunda.
Me levanto de la mesa
donde mi esposa mira horrorizada el tiradero de comida y al menos trato de
ayudar levantando los platos que sobrevivieron a la cena. Camino esquivando los
juguetes desparramados por el suelo, enciendo por inercia el televisor para ver
sin ver, el cuadrado opio de la generación actual. Materia uno: cambiar
pañales.
¿Cambiar pañales? No, no
creo. Esa va después de maestría en responsabilidad... Luego quizá seguiría
paciencia, mucha paciencia; licenciado en desvelos, arquitecto de juguetes,
inventa cuentos de pacotilla, expertos en fingirse dormidos ¡o hasta muertos!,
economista de canicas, psicólogos de pesadillas, odontólogo de dientes de
leche, médico de raspones, terapeuta si no sana hoy sanará mañana, payaso sin
sueldo, estilista de cepillos y peinados de guacal, etc.
Y eso nada más en las
primeras fases, ¡espere usted que crezca! Cursamos miles de materias, de una
carrera que mi tía Gertrudis llama: "Etapa de la crianza" y al final
cuando ya lo sabemos todo, ¡no tenemos hijos en casa y nos hemos convertido en
abuelos! Observación que me hace llegar a la inequívoca conclusión de que el
padre perfecto no es el padre, sino el abuelo. Ser abuelos es graduarse como
padres y lo que llamamos padre no es sino un pobre paria que aún está estudiando
la mejor carrera de la vida. Quizá si quisiéramos ser buenos padres, tendríamos
que fijarnos más en los abuelos, decanos patriarcas de escarapelas doradas y
arrugas en el alma.
—Miguelan 2022
(Memorias- Guatemala,
ciudad capital en una tarde lluviosa.)
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