A MEDIO CAFÉ.
Un buen café y un tres
leches, ¿se le puede pedir más a la vida?
—El café está muy quemado
—dijo mi esposa.
—Yo lo siento bueno.
—Para vos, todo café es
bueno...
—¡Perdón, Señora de Las
Placitas! Yo qué culpa tengo de haber crecido entre ganado tomando leche pura
de vaca. Además, vos no tomas café, sino infusión de lápices de colores.
—Jajajajaja, los que
sabemos de café lo tomamos amargo. Así que mejor cállate y tómate tu jarabito
azucarado. ¡Eso que vos tomás no es café! (ya un poco enojada)
—Bueno, yo de niño
masticaba los lápices de colores y me saben igual que al café amargo. Pero si
vos creciste entre cafetales, sin duda algo sabes. (ya dando el brazo a torcer
para que la fiesta vaya en paz)
—Bueno, es que el café de
Campero sería excelente si no lo dejaran tanto tiempo en la tostadora.
—Son gringos, ya sabes…
—¿Qué gringos van a ser?
A mitad del camino hacia
El Ahumado, hicimos una parada en Chiquimulilla, quizás como a las cuatro de la
tarde, la hora en que el cuerpo pide cafeína. Después de una hora conduciendo
por la sinuosa calle que bordea Tecuan Burro, debimos detenernos en el
"temascal" del sureste.
Comienza todo con una sed,
una horrible sed; pero no de agua. Luego sigue el cosquilleo en la yema de los
dedos y, si no se apresura uno, vendrá después un infernal dolor de cabeza que
ningún analgésico, pastilla creada o por inventar podrá calmar.
—¿Y si nos compramos un
termo y lo llevamos en el carro siempre?
—No es igual, el chiste es
detenerse y descansar un poco.
—Miguelan
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