LA VIDA NO SE DETIENE
Por
casualidad, mi vista se detuvo ante una nube que refractaba los rayos del sol
poniente en un maravilloso espectáculo de luz. Ni lerdo ni perezoso tomé mi
teléfono y me dispuse a plasmar en una imagen lo que veía. Pero, ¡oh sorpresa!
el condenado estaba descargado (debí haberlo enchufado cuando vi que le quedaba
una barrita a la batería, pero supuse que bastaba para acabar el día).
Ya
desconsolado, puse el teléfono sobre la mesa y respiré profundo el aire que
soplaba del este. "Si no estuviéramos en verano", me dije,
"juraría que hoy va a llover". En eso estaba, cuando llegó
"Barbero", un amigo de esos que no abundan en este mundo. Entonces,
recordé que él tiene un teléfono con una cámara regular y le dije que me lo
prestara un momento para tomar un par de fotografías.
Para poder
hacerlo, fue necesario subirme a un tanque, que está un poco sobre el nivel de
los techos de las casas. La gente deambulaba como si estuvieran adormecidos por
alguna especie de droga, sin levantar la vista ni un momento. Unos pocos veían
el cielo por un instante y luego bajaban la mirada como si nada hubieran visto.
¿Cómo es
posible? -me preguntaba-. La naturaleza pone ante sus narices un recital de
perfecta armonía entre colores, y nadie aquí es capaz de apreciarlo (y luego
nos quejamos de lo simple que es la vida). Quería gritarles que vieran lo que
estaba ocurriendo; pero era inútil, hubiera sido el hazmerreír y la comidilla
de las señoras que les gusta hablar de más, y que solamente en el vano palabreo
encuentran un poco de sosiego a sus atribulados espíritus.
¿Cuántas
cosas nos habremos perdido absortos en nuestros afanes cotidianos? La vida está
pasando como una película que no tiene repetición. La vida no se detiene, y
lentamente nos hacemos viejos, a la misma velocidad que los niños se hacen
hombres. Y cuando queramos detenernos a verla, ya estaremos en la etapa de los
créditos, con las puertas abiertas invitándonos a salir.
Me propuse
detener más a menudo mis afanes cotidianos y disfrutar más del transcurso de mi
existencia, en los pequeños detalles que la vida me brinda como ladrillos que
irán construyendo una magnífica habitación donde podré refugiarme cuando ya mis
ojos se oscurezcan y mis piernas no me lleven donde yo quiera.
—Miguelan
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