LA POZA DE LAS ÁNIMAS.
… Y Más allá de los piñales, rodeado de jaraguá, entre
aullidos de coyotes, emergía descuidado el peñón de las Ánimas; un montículo
formado por incontables rocas, en las cuales se cogían como dedos las raíces de
duros árboles impasibles al tiempo y los inviernos.
¡Peñón de víboras de cascabel, corales de anillos
relucientes, colmenas rebosantes de miel y espadas de chupa-chupa!
Al pie de esa montaña de rocas vetustas, hay un ojo de aguas
diáfanas, cercado de bejucos, palos de carbón negro y libélulas multicolores.
Manantial escondido para la mayoría de viandantes por el encanto de la maleza y
los helechos, que gotean notas en un eterno xilófono que nunca se detiene,
excepto en las noches de Luna llena, cuando las ánimas llegan a bautizar sus
penas en las aguas sacrales del monte.
—Miguelan (Memorias)
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