miércoles, 13 de diciembre de 2023

EL MUNDO DE LOS LIBROS

 EL MUNDO DE LOS LIBROS.

Desde que descubrí los libros, un maravilloso mundo se abrió ante mis ojos, y comencé a leer todo aquello que caía en mis manos; revistas, periódicos, novelas, etc.

Mi padre, me enseñó a amarlos, a tratarlos con delicadeza y a no manchar sus hojas. Con frecuencia nos deteníamos por horas en los puestos de libros usados y escogíamos con dificultad los que nos permitía nuestro presupuesto.

Mi primer libro se lo debo a Mark Twain, cuando recién comenzaba a ser un adolescente y aunque fue hace muchísimo tiempo, aún tengo viva en mi mente la imagen del Rapazuelo de Tom Sawyer y su leal amigo Huckleberry Finn escapándose por la ventana de la casa antes de ser cazados por la estricta tía Polly.

Todavía suspiro cuando recuerdo los bucles amarillos de Becky Thatcher, y me espanto con las sombras que en la noche se asoman a mi ventana, pensando que podría ser el malvado indio Joe.

Y cuando la luna sale como un gran plato de queso, me parece oír la dulzaina del negrito Jim, acompañando los violines de miles de grillos y sapos tenores que orquestan a orillas del Misisipi.

Confieso que no he vuelto a leer Tom Sawyer, porque temo que al hacerlo de nuevo, se rompa el encanto que generó en mi mente en su momento.

Como nací en una familia numerosa, con recursos limitados, debía tomarlos prestados, a veces con permiso del dueño y otras sin la venia del propietario, eso sí, siempre los regresaba. Los libros representaban para mí un escape, de la realidad que muchas veces era bastante dura, eran la ocasión perfecta para viajar en vacaciones y en las tardes después de jugar, cuando había hecho la tarea a toda prisa.

Con los libros he podido navegar en “El Mar de las perlas” de Emilio Salgari, o cazar una espeluznante ballena blanca en los mares índicos al lado del capitán Ahab. Y si hablamos de capitanes, pocos como Richard Sharpe, el Ingles que rescato el águila del Imperio británico, y después se embarcó en busca del oro de los españoles sin importarle volar media Almeida para conseguirlo.

Una vez Fui hasta el fondo del Mar con el capitán Nemo. Después, en Falsburgo me enliste con el bueno de José… ¿Cuál era su apellido? Bueno, tal vez mas tarde lo recuerde, decía, me enlisté en las Tropas de Napoleón Bonaparte, con ese muchacho. El era bastante sencillo y cojeaba un poco y todos los días le veía escribir en un amarillento y gastado diario que llevaba siempre junto al pecho.

Después, Humberto Eco me llevo, a una lejanísima abadía del norte de Italia a investigar una serie de crímenes con el Egocéntrico, pero brillante fraile franciscano Guillermo de Baskerville.

Pero mis viajes no pararon allí, porque después me traslade a los Tatús de Morazán, y al cerro la guacamaya, solo por el placer de Oír la voz de Ignacio arengando a los rebeldes en “La terquedad del Izote”

Grité emocionado cuando explotó el helicóptero donde iba el Genocida aquel, que se creía un semi Dios y cuya obsesión le llevo a ser cazado como un sencillo mortal.

No contento con viajar por el mundo, descendí hasta el Ultimo circulo del infierno, no me quede mucho tiempo porque el lugar me horrorizaba, así que decidí hacer un viaje en la máquina del tiempo de J.J. Benítez para buscar al Rey de Reyes…

Y así sucesivamente; viajes interminables y fabulosos que si continuo nombrándolos temo terminaré cansándote estimado lector.

Los libros son un estupendo modo de inmortalizar una idea, un libro contiene una pequeña partícula del pensamiento, y aunque la mente sea tan vasta como el universo mismo, en un libro se puede capturar muchas cosas de ella, y cuando leemos es como si pudiéramos penetrar en el cerebro del escritor y dar un vistazo a sus ideas, aun si lleva más de cien años descansando en el seno de la tierra. (Una mención especial para Sir Arthur Conan Doyle, por regalarnos los fantásticos relatos de Sherlock Holmes,)

Quien escribe un libro, en cierto modo continua viviendo en su obra, y aunque su cuerpo sea solo polvo, sus palabras e ideas siguen murmurando por las noches en las mentes de los que les resucitan al abrir un tomo de conocimiento.

De ese modo los que se han marchado de este plano material, pueden conversar con nosotros, y exponernos sus puntos de vista u opiniones sobre diversos temas.

De vez en cuando doy un vistazo a la mente de mi padre, cuando leo sus manuscritos, entonces siento que me conecto con el sin importar la barrera del tiempo o del espacio, y solo lamento que no dejara mas cuadernos.

No podría precisar la cantidad de libros que he leído, porque no llevo cuenta de ellos, pero sabré decirles que desde Tom Sawyer no he parado de leer hasta ayer en la noche.

Cuando era estudiante era de los pocos que leían completas las obras que nos dejaban como tarea, los demás buscaban resúmenes o pedían copia, yo les hacia los análisis a algunos a cambio de que me regalaran el libro o en su defecto me lo prestaran por unos días.

Leer para mí es como el comer, y cuando por alguna razón me falta mi ración diaria de lectura, siento que el día no ha sido completo. Entonces, gulusmeando por aquí y por allá mi cerebro mal acostumbrado debe conformarse con las algarrobas, que encuentro en forma de trozos de periódicos releídos en los baños o en su defecto las viñetas de los shampus, o los ingredientes de las salsas que están sobre la mesa.


libro abierto con imágenes holográficas el mundo de los libros

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